lunes, 30 de noviembre de 2009

- Kanpekiel, he tenido un sueño. Estaba volando en el cielo, sí ya sé que yo no puedo volar todavía, pero hazme caso y no pongas esa cara, escúchame que es importante. Como te decía, estaba volando en el cielo, pero no era yo, al menos no mi yo de ahora. Era grande y mis alas enormes. Tenía un precioso pelo rubio que descendía por mi cabeza y mi voz era dulce y autoritaria. Era... ¡cómo tú! ¡No te rías! ¡No digo que quiera ser como tú ni nada de eso que te quede claro! Vale pues ya no te lo cuento.

Kanpekiel recuperó el tono amable y se aguantó la risa.

- Vamos, vamos, no te enfades, ¿ves? Ya no me estoy riendo, es que he recordado algo gracioso, no me reía de ti - me miró como con una sonrisa y me calmé. No podía enfadarme con él realmente.

- Vaaale, te creo. Pues estaba en el cielo volando. Y, lo más increible, ¡un ejército de ángeles me seguía! ¡A mí! - juraría que en ese momento Kanpekiel se puso más serio, pero no podría asegurarlo - Aunque, no entendía muy bien la escena. Había algunos compañeros cerca y recuerdo que mirada constantemente a unos humanos abajo. ¿Qué crees que significa, Kanpekiel?

- Es solo un suelo, pequeño, no te preocupes por eso - Miró hacia atrás - Por ahora no se lo digas a nadie, que podría aburrirse - puse morros en ese momento enfadado - ahora vayamos a encontrarnos con mis compañeros.

viernes, 27 de noviembre de 2009

Isieldel y Kanpekiel. I

- Es especial. Debemos guardarlo, no debe sufrir ningún daño.

- ¡Es inadmisible! Debemos usarlo más que a ningún otro. Su Padre nos lo ha entregado porque es la prueba de que Él nos apoya.

- No, no - meneó su cabeza- debe crecer como uno más. Eso hará que destaque entre sus "iguales" aunque siempre estará por encima. Eso será lo mejor.

- ¡¿Con los demás?! Tamaña tontería no tiene cabida en este lugar. ¡En el nombre del Altísimo! ¡Con los demás! ¿Os habéis vuelto loco, Axel? ¿Acaso no sois consciente de lo preciado que es? ¡Dejadlo fuera como líder! ¡Sí perfecto! ¡Pongámosle una diana más grande, seguro que el Caído lo valorará mucho! ¿Le colocamos una cuna en un Inferno también? Con los demás... ¿cómo podéis tener esa idea, Aubin?


Enfrascados en tal discusión no escucharon cómo una figura se acercaba lentamente.


- Caballeros... no deberían discutir delante de este bello retoño - miró al bebé alado con ternura- ¿acaso queréis que se deje llevar por vuestra furia, Karsten? Os tenía por un hombre más calmado - Se colocó frente a los tres eclesiásticos, quienes bajaron la cabeza con vergüenza - Este bebé traerá gloria a Dios, no podéis dudar eso, mas vuestro comportamiento no es adecuado - suspiró y acarició al bebé, que había despertado y miraba con curiosidad al recién llegado - Nos traerá la paz, eso debe ser la señal que nos comunica El que es como Dios, no lo olvidéis.

Desplegó sus alas en el momento en el que los primeros rayos del sol traspasaban el pequeño ventanal de la habitación. Sus cabellos dorados y sus hermosas plumas blancas sorprendían y demostraban humildad a quienes las observaban, tal era su magnificencia. Con una mirada severa, sin dejar su particular dulzura, sus ojos dorados observaron a los tres hombres que había ante él.

- Debéis decidir lo mejor para este enviado, sí, pero creo que él mismo deberá elegir su camino - Karsten hizo un ademán para hablar, pero el Ángel no se lo permitió - No desesperéis, he pensado en ello, no habría vuelto tan pronto si no hubiese recibido órdenes - asintió con una sonrisa y volviose hacia el pequeño - Yo puedo hacerme cargo de él - cogió al pequeño que reía en su brazos - No me lo llevaré lejos del Firmamento, no os preocupéis por eso, Karsten - hizo una larga pausa - simplemente lo estaré vigilando. No permitiré que ceda ante el Caído - depositó al pequeño de nuevo en su cuna - Hasta pronto, Isieldel.

- ¿Ese nombre es el que elegís para él, Kanpekiel?

Se limitó a sonreír.

- Es el que quería su madre - borró la sonrisa de su cara y volvió a su semblante serio, pero amable - El informe de mi misión es el siguiente...


Varios años después...


- ¡Isieldel! ¿Qué estás haciendo ahora?

Un joven Engel de cabellos dorados y mirada desafiante estaba completamente sucio. En el suelo había un montón de papeles y ramas secas. Unas piedras terminaban de decorar el suelo.

- ¡Kanpekiel! - el engel se levantó rápidamente y corrió a darle la bienvenida al que lo había llamado - ¿Cómo estáis? ¿Cómo os ha ido vuestra misión? - su cara rebosaba felicidad - ¿Habéis visto nuevos territorios? ¿Hay nuevas batallas? ¿Nuevas humanas hermosas? ¿Qué ha pasado?

- Calma, calma - dijo mientras se reía - con tantas preguntas vas a hacer que me estalle la cabeza - soltó una carcajada - antes responder a mi pregunta, ¿qué es ese burdo mapa y esas pequeñas piedras? ¿Acaso intentas imitar lo que te cuento?

- N...no es eso... ha sido idea mía - bajó la cabeza sonrojado - ¡No estaba imitándote! ¿Por qué iba a querer hacerlo?

- Ya veo.... - mientras lo miraba con una sonrisa burlona - así que no querrías venir conmigo verdad - suspiró - pensé que te gustaban mis historias. Es una lástima, entonces supongo que no querrás que te lleve a dar una vuelta...

- ¡Claro que quiero! - sus ojos brillaban de alegría, pero al ver la sonrisa de Kanpekiel bajó la cabeza enfadado.

- Ja,ja, ja, ¿ves? Sabía que querrías venir. Hoy es la primera vez que te dejarán ver el exterior. ¿Has aprendido ya a volar correctamente?

-N...no, he estado practicando mi discurso para cuando sea tan grande como t... que diga, como vos. Pronto conseguiré traer la gloria a la Iglesia y nuestro padre, ya lo veréis...

- Por supuesto, Isieldel. Ese es el espíritu que hace que seamos grandes - se agachó - Vamos, cógeme del cuello. Éste será tu primer vuelo fuera de este patio.

-De acuerdo -se agarró como pudo al cuello de su mentor - C...cuando queráis.

- Bien pues... ¡arriba! - con su cálida sonrisa le hizo la señal a Isieldel para que se agarrase.

Desplegó sus blancas alas y le mostró a su amigo cómo era el mundo....

[Continuará]

sábado, 14 de noviembre de 2009

Primer boceto de Kanpekiel

Mi historia comenzó hace ya mucho tiempo, tanto que no creo que al lector le interese saber los inicios de un simple Ángel como yo. Mi nombre es Isieldel, miembro de la Orden Miguelita, pero ese nombre ya está en desuso, pues hace años que no lo uso. Isieldel murió hace mucho tiempo, murió en el mismo momento en el que su compañero, amigo y mentor dejó este mundo a manos de un enemigo de Dios. El joven e inexperto Isieldel murió ese día con él y entonces se volvió más severo, más inteligente, más poderoso.

Yo iba a ser el elegido para una misión de escasa relevancia. Mi objetivo era claro, dirigir a una compañía hacia una tierra herética, para una tarea mundana, al fin y al cabo, acabábamos de ser nombrados mensajeros de Dios. Nuestra tarea no debía ser tan peligrosa, no era nada del otro mundo, pero la Santa Iglesia pensó que sería adecuado que tres humanos, miembros de la Orden de los Templario Negros nos acompañasen. No sabía entonces de lo que era capaz un humano.

Para mí el mundo era blanco o negro, si más matices. Blancos éramos nosotros, los elegidos de Dios, los verdaderos enviados por el Señor para liberar y curar a sus creyente de las herejías, el pecado y la blasfemia. Negros eran el resto. Tanto humanos, débiles proclives a desertar para las filas del Caído, como engendros, criaturas del Maligno para acabar con la poca vida que quedaba en nuestro mundo.

Las cosas no pudieron salir peor. Una compañera de la Orden de Ramiel cayó en la batalla, por mi estupidez, por mi mal mando. Nunca debí haber encabezado ese grupo, aún no estaba preparado y, quién sabe si mientras escribo estas líneas lo estaré. Al final, tuve que culpar a alguien, y no fue otra que la más débil del grupo mi objetivo. Ahora me arrepiento de esa acción.

Todo es por esa niña, esa inocente que decidirá el rumbo del mundo.Y nosotros tuvimos que encontrarla. Todo fue de mal en peor. Pero los humanos pudieron controlarla, incluso formar lo que ellos llaman "familia", un concepto humano que ahora que me encuentro lejos, realmente echo de menos.

Pues yo tengo padre, no soy un enviado más, soy el hijo de uno de los grandes ángeles. Hijo del Arcángel Miguel, hijo de un ser tan poderoso que los demonios lo temen. Pero no estoy a su altura, ni mi presencia, ni mi liderazgo. No soy lo suficientemente bueno.

Ese día fue el peor que recordaría hasta poco tiempo después.

Un inquisidor ¡un inquisidor! ¿Por qué a nosotros nos tuvo que pasar? ¿Por qué mis dones tuvieron que fallarme en ese momento? ¿Acaso os he fallado padre? ¿Acaso os he contrariado señor?

Un humano, un humano llamado Duncant fue el precio de mi fracaso. Nadie en el grupo se comportó igual después de eso. Ninguno podía mantenerse igual. Muerto él o no, éramos traidores y, por si no tuviésemos problemas, teníamos con nosotros a la llave que determinaría el rumbo a seguir.

Los enviados del caído se encontraron con nosotros, nos tentaron. Pero no podíamos caer, aún no. Pero mi camino estaba claro, debía acabar con la raíz de la corrupción en la Tierra, aquél que mentía al mundo, debía acabar con el "elegido de Dios".

¿Cómo pude pensar eso?

La última vez que vi a mis compañeros no fue un motivo alegre, incluso mi férrea coraza se destrozó durante un instante. Otra de nuestras compañeras, pertenecientes a la Orden de Gabriel cayó, cayó por la mano de la Iglesia. La Santa Iglesia que destruye a sus mismos enviados. ¿Por qué Dios permite todo eso?

Mi objetivo estaba claro. Debía aprender. Debía conocer cómo poder combatir a mi enemigo: el mundo. Todos son mis enemigos y no tengo lugar a donde escapar, donde refugiarme. Esa noche, tras despedirme de los que serán siempre mi compañía, Kanpekiel murió de nuevo.

Kanpekiel, aquél que nunca existió realmente, aquél que fracasó como líder, aquél que nunca debería haber nacido.

Isieldel salió de ese cadáver, para volver a empezar. Un nuevo comienzo del que saldrá un verdadero enviado.


Cuaderno encontrado en el Norte de Europa