lunes, 30 de noviembre de 2009

- Kanpekiel, he tenido un sueño. Estaba volando en el cielo, sí ya sé que yo no puedo volar todavía, pero hazme caso y no pongas esa cara, escúchame que es importante. Como te decía, estaba volando en el cielo, pero no era yo, al menos no mi yo de ahora. Era grande y mis alas enormes. Tenía un precioso pelo rubio que descendía por mi cabeza y mi voz era dulce y autoritaria. Era... ¡cómo tú! ¡No te rías! ¡No digo que quiera ser como tú ni nada de eso que te quede claro! Vale pues ya no te lo cuento.

Kanpekiel recuperó el tono amable y se aguantó la risa.

- Vamos, vamos, no te enfades, ¿ves? Ya no me estoy riendo, es que he recordado algo gracioso, no me reía de ti - me miró como con una sonrisa y me calmé. No podía enfadarme con él realmente.

- Vaaale, te creo. Pues estaba en el cielo volando. Y, lo más increible, ¡un ejército de ángeles me seguía! ¡A mí! - juraría que en ese momento Kanpekiel se puso más serio, pero no podría asegurarlo - Aunque, no entendía muy bien la escena. Había algunos compañeros cerca y recuerdo que mirada constantemente a unos humanos abajo. ¿Qué crees que significa, Kanpekiel?

- Es solo un suelo, pequeño, no te preocupes por eso - Miró hacia atrás - Por ahora no se lo digas a nadie, que podría aburrirse - puse morros en ese momento enfadado - ahora vayamos a encontrarnos con mis compañeros.

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